Con un asqueroso descaro, quien se dice presidente de México, Felipe Calderón, propone un impuesto generalizado al consumo del 2 por ciento. Encima, nos pide comprensión y que hagamos un sacrificio para que entre todos tapemos el boquete que existe actualmente en las finanzas públicas.
Según su discurso, el paquete económico que propone para 2010 tiene como objetivo principal recaudar dinero para combatir la pobreza en el país y alcanzar la cobertura universal de salud. Además, salió con el cuento de que si el Congreso no aprueba su propuesta no se podrán adquirir las vacunas contra la Influenza AH1N1, en una maniobra para asustar a la población y de esta manera los ciudadanos presionemos a los legisladores para que le den el visto bueno a ese asalto generalizado que propone el gobierno panista.
Felipao también ha dicho que es momento de que las distintas fuerzas políticas piensen en el bienestar del pueblo mexicano, dejen a un lado sus diferencias y entiendan que la dupla CaCa (Calderón-Carstens) tiene la solución para llenar ese huequito en las arcas federales.
Olvídense de recortar en serio los gastos de las secretarías de Estado y en todos los puestos de alto rango de la administración calderonista, nel, hay que aumentar impuestos para que el peso caiga sobre los contribuyentes.
Que se frieguen los ciudadanos comunes y corrientes, que sigan con sus regímenes especiales los grandes empresarios, que los enormes capitales sigan recibiendo las devoluciones fiscales que otorga la SHCP, que la alta burocracia mantenga sus privilegios, que el gasto público se despilfarre como hasta ahora.
La burla del Calderas (espurio como se le conoce en el mundo de Andrés Manuel López Obrador) es tan grotesca que sólo basta con echarle un vistazo a un discurso que pronunció como legislador panista en abril de 1995 cuando el entonces presidente Ernesto Zedillo presentó su iniciativa de incrementar el IVA en un módico 50 por ciento (pasaría del 10 al 15 por ciento), que terminó con la aprobación priísta y la histórica roqueseñal.
En aquella ocasión Calderón ofreció una ponencia en la Cámara Baja que, irónicamente, podría ser la respuesta exacta para lo que propone ahora como inquilino de Los Pinos.
Hay que agradecerle a Carlos Fernández-Vega que haya recuperado este vehemente discurso de Calderón en su columna MÉXICO SA, del pasado 19 de septiembre.
Ahí les van los fragmentos íntegros que publicó Fernández-Vega, nomás no vayan a vomitar sobre el teclado de sus respectivas computadoras porque sospecho que les va a generar náuseas el darse cuenta (si es que no había ocurrido) que efectivamente Calderón es un presidente espurio (según la segunda definición de la RAE: falso, engañoso).
“Para que el gobierno cuente con suficientes recursos para enfrentar la crisis económica, es necesario un recorte de 30 por ciento a los gastos asignados a todas las secretarías de Estado. El aumento de impuestos y de precios y tarifas del sector público, muy por encima de los incrementos salariales anunciados, indica que el gobierno ha optado por cargar el peso del sacrificio fiscal en los contribuyentes y en los trabajadores.
“Acción Nacional ha rechazado invariablemente la política económica del gobierno tanto en su modelo como en sus programas, que ya han generado una crisis recurrente que ha afectado al pueblo de México, inhiben la posibilidad de un desarrollo humano y justo, y que por el contrario ha provocado un gran costo social. Hoy existe solamente una realidad, querámosla o no, el ingreso personal de la inmensa mayoría de los mexicanos es muy bajo, el desempleo abunda, la carestía nos castiga, la micro, pequeña y mediana empresa está en quiebra o a punto de cerrar. Tenemos una mayor carga tributaria, tasas de interés altísimas, un gasto público sin ajustarse y todo esto derivado de una política errática y aún indefinida.
“La situación que hoy se pretende corregir por parte del gobierno se generó a partir de un proyecto económico equivocado, que más que fomentar una economía sana, floreciente y generadora de desarrollo, ha ocasionado una economía lesiva que ha puesto en grave crisis a la planta productiva nacional. El costo de la crisis ya no puede ser trasladado a la sociedad como hasta hoy, debe corresponder al gobierno absorber la mayor parte de ella. En este modelo que nos propone el Ejecutivo no vemos el sacrificio del sector público, únicamente observamos el sacrificio del pueblo y subrayamos que entre más se empobrece el pueblo, en sentido inverso o directamente proporcional, el gobierno también se debilita. La modificación fiscal afecta con mayor rudeza, desproporción e iniquidad a las clases marginadas, es inflacionaria, disminuye el poder adquisitivo del pueblo, provoca un desorden en la regulación de precios. Hoy todos los sectores sociales sienten y viven los efectos de esta crisis hasta llevarnos a una situación de emergencia”.
Y ojo, el cierre es maravilloso, como para restregárselo en la cara a este sinvergüenza.
“Cuando un pueblo se siente bien gobernado, es capaz de aceptar los mayores sacrificios y afrontar los más grandes desafíos. Pero cuando la desconfianza, la imposición, la incomprensión de una medida de gobierno no le convence, simplemente el pueblo la rechaza. Es sabido que estos programas con diferentes definiciones técnicas, sólo han beneficiado a unos cuantos privilegiando el interés particular sobre el general y han socializado la deuda y los costos de los errores del gobierno. Así pues, es tiempo de rectificaciones históricas, ya que no es posible seguir construyendo el destino nacional con base en proyectos ideales de nación, sujetos a caprichos sexenales, despreciando el sentir de la nación real. Hoy, todos estamos pagando el precio de estas oligarquías sexenales. La falta de sensibilidad política para la adecuación de estos compromisos puede derivar en consecuencias todavía más dañinas a la nación. Estamos convencidos que la crisis no sólo es económica, sino política. Hoy estamos frente a la realidad de un gobierno que ha sido desobediente, que no supo escuchar y que no quiso actuar.
“El gobierno se lava las manos, y hoy el pueblo de México, como siempre, tiene que pagar la factura. El Ejecutivo federal nos propone que aprobemos modificaciones (fiscales) a pretexto de garantizar la estabilidad (que se aseguraría si no existiera la impunidad de quienes han manifestado actos delictivos en contra de la seguridad y el patrimonio nacional), confianza (que se tendría si los ex mandatarios no poseyeran esas fortunas multimillonarias), crecimiento (que se lograría si los compromisos históricos de que el gobierno reduzca su gasto y su estructura burocrática se llevaran a cabo), seguridad económica (que estaría presente si al pueblo se le informase verdadera y oportunamente y si el compromiso de simplificar el régimen fiscal se hubiera llevado a cabo). Hoy se recomienda la reestructuración de cuatro secretarías de Estado, lo que nos permite concluir que las propuestas se toman en consideración sólo en los casos de emergencia. El sacrificio que se le solicita al pueblo de México es para pagar la mala administración y la mala conducta del gobierno. ¿Cuál es el objeto de seguir apoyando un programa que ha fracasado rotundamente?”
Tienes razón Felipe, no hay razón para apoyar el programa fiscal y económico que propone el gobierno federal.
Y menos cuando, en el colmo del descaro, piensas gastar 2 mil millones de pesos en una fiesta descomunal para celebrar (¿?) el bicentenario. Me cae que no tienes madre.