martes, 22 de julio de 2008

Llévatela tranquilo o llévatela leve

- Sergio, ¿estás bien, qué te pasa, qué tienes? Sergio, por favor, ¿qué tienes, qué te pasa?

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Llegué bien a la casa, fue un martes hasta cierto punto tranquilo y pude zafarme temprano de la redacción. Salí del Excélsior por ahí de las 19:40 o algo así, le avisé a Livs, quien se encontraba en espera de entrar a consulta con la ginecóloga.

Todo normal, me regresé en metro y luego tomé un pesero para llegar al hogar como a eso de las 20:30 y casi de inmediato entró la llamada de mi amada, un poco seria me contó lo que le recetó la doctora y dijo que si podía recogerla en la estación de Eugenia, de la línea verde del meteoro, y ahí nos vimos.

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- Me siento mal, no sé qué pasa, me caí y me pegué en la frente. Eso le pude responder a Livs –que para entonces ya tenía lágrimas escurriéndole por las mejillas- porque me encontraba tirado en la alfombra de la recámara con una temblorina espantosa que más bien tenía cara de ser un ataque de convulsiones, y con la quijada apretada como si me hubieran puesto tornillos y tuercas para no abrir la boca.

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Nos encaminamos de nuevo a la casa y me platicó lo que le diagnosticaron. Pasó un rato y ella salió a la farmacia a comprar los medicamentos.

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- ¿Le hablo a mi mamá para que me pase el teléfono del doctor Becerril (creo que me lo han mencionado 91 mil 345 ocasiones y no sé su nombre ni lo conozco) para ver qué hacemos?

- No, llámale a mi papás, que vengan para ir a un hospital. Trata de no alarmarlos. Y mientras, yo rebotaba en el suelo como lombriz con sal y limón, Livs me tuvo que colocar un cojín debajo de la cabeza para no lastimarme, porque de levantarme ni hablamos, no tenía fuerza y un hormigueo invadió mis extremidades superiores e inferiores. Ella seguía llorando y sumamente asustada. Igual yo estaba espantado.

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Me senté en una silla del comedor, de pronto comencé a sentir frío, me temblaba todo el cuerpo, me puse muy nervioso, los dedos de las manos se me empezaron a enchuecar, me vino un mareo insoportable y una terrible pesadez en las piernas. Dejé pasar un rato para ver si se me quitaba o al menos disminuían esos males, pero fueron en aumento. Entonces me levanté para ir en busca del teléfono y llamarle a Livs, al entrar a la recámara apenas pude dar unos pasos cuando el vértigo me hizo perder la vertical y fuera abajo. Medio metí las manos y medio reboté en la alfombra con la frente. Afortunada (o desafortunadamente) nunca perdí el conocimiento, en todo momento estuve consciente de lo que me ocurría. No logré ponerme en pie.

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- Que no está tu papá, lo va a localizar tu mamá. Calma Panzón, estoy muy asustada, no quiero que te pase nada malo. Llamó Ana Lilia (mi hermana) que ya habló con tu papá y ahorita viene.
Ya también habló Georgina (mi otra hermana) para saber qué te pasó. Llamó tu mamá, que ya viene tu papá.
Era tu papá, que ya está aquí a la vuelta.

- Llámale a Enrique (mi tío) para ver si puede venir porque mi papá no va a poder levantarme y no quiero que haga esfuerzos (sufrió un infarto cerebral el 1 de febrero pasado).

- Dice Enrique que sí viene.

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En nuestro departamento una puerta de la recámara da directo a la calle y solemos entrar por ese acceso, así es que cuando Livs regresó de la farmacia y encendió la luz, se encontró con mi cuerpo temblando en el suelo y sin poder hablar correctamente. Se echó a mi lado para cuestionarme y las lágrimas la invadieron.

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- Llegó tu papá.

- ¿Qué pasó hijo, cómo te sientes, a dónde te llevo?

- A un hospital, pero espera que ya viene Enrique para que él me levante, no quiero que te esfuerces.

- Calma, no te preocupes por mí ahorita.

- Llegó Enrique.

- ¿Puedes apoyarte para levantarte?

- No, no tengo fuerzas.

- Bueno, entonces agárrate fuerte, te voy a cargar y te llevo a la camioneta.

- ¿A dónde lo llevamos?

- Al Santa Coleta.

- ¿Uriegas?, hola habla Livier, oye, si ya hiciste tu agenda a ver si puedes quitarle a Sergio lo que tenía por favor, vamos para el hospital, no sé qué tiene, se sintió muy mareado, se cayó y se pegó en la cabeza.

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Tras un recorrido como de 15 minutos llegamos a Urgencias del Santa Coleta y me volvió a cargar Quique para colocarme en una silla de ruedas. Rápido me metieron y me pasaron a una camilla, Livs, mi papá y mi tío detrás mío. Dieron mis datos y mi mujer explicó lo ocurrido al doctor en turno.

Me encueraron rápidamente, me pusieron un DH no sé que coños vía intravenosa y empezó a disminuir la temblorina. Es un anticonvulsivo, alcancé a escuchar. Le llamaron al neurólogo que atendió a mi papá, giró instrucciones, me sacaron una tomografía (cuando me llevaban a practicarme ese estudio vi que ya estaban mis tíos Beto, Chucho y Mary, además de mis primos Carlos, Valeria y Ximena) y me informaron que debía quedarme en el nosocomio.

Me regresaron a Urgencias en lo que pedían mi habitación. Para entonces ya me había dado cuenta que el camillero era puñalón.

- ¿Tus chinos son naturales?

- Sí

- ¿Me los prestas para dominguear?, jajajajajaja (la risa es del joven).

Yo en plena crisis y el puteque tirándome el calzón, no hay moral me cai. A Dios gracias no volví a verlo después de que me depositaron en el cuarto. Todas las visitas pasaron a despedirse y me quedé ahí hasta el jueves al medio día. Se trató de mi primera vez en cuanto a hospitalización se refiere, en lo que llevo de vida.

No fue nada neurológico, aunque tengo que practicarme una resonancia magnética dentro de un par de semanas para descartar cualquier cosa. Y me duele la mano donde me pusieron “la solución” y los medicamentos por la vena.

Se trató de un cúmulo de estrés muy poderoso, combinado con preocupaciones varias e intensas, y uno que otro coraje también de alto calibre. El médico me pidió reposo. Todavía me he mareado una que otra vez y de pronto me siento muy cansado, pero todo indica que, después de una semana, este miércoles podré reincoporarme al trabajo.

En el hospital me tuvieron a pura dieta blanda. Agua, agua, agua, agua y más agua. Lo del puñal se propagó y me hacían bromas sobre ese asunto. Y para colmo, el doctor ordenó que me pusieran unas Medias Antitrombóticas que se me veían rechulas, (obsérvese la imagen más abajo, ¿a poco no luzco divis divis?)

Todo este tiempo mi Livs ha estado al pie del cañón, se quedó las dos noches conmigo en el hospital, me ha cuidado y consentido en demasía y lo agradezco infinitamente, con su amor lo pasé mejor. Tan se concentró 100 por ciento en mí que ella se descuidó y ahora tiene gripe.

También debo agradecer a todas y todos quienes se preocuparon por mí, se les quiere harto. Por cierto, no pocos ni pocas me hicieron la siguiente recomendación: “llévatela tranquilo o llévatela leve”. ¿Acaso se puede? Creo que es muy fácil decirlo, lo complicado está en hacerlo con tanto estrés, preocupaciones, deudas (ahora se suma la de la cuenta del hospital), angustias y corajes que se van acumulando…, pero lo intentaré, ja.
Los piropos se los pueden ahorrar...

viernes, 4 de julio de 2008

Si es cuestión de confesar... Vol. 2

Ahora voy yo con mis confesiones, porque obviamente me uno al atrevimiento de S!!!

Y con gusto las comparto para que ahora que me vean se les ocurra mirar también mis tenis, invitarme una manzana que tanto se me antojaría o ya si lo prefieren les armo un baile requetechulo.

Tomen nota:

-No lavo mis tenis, porque según yo los tenis no se lavan, y los uso hasta se me mete el agua de un simple charco.

-Soy adicta al sudoku.

-Piso chueco con el pie izquierdo.

-Soy extremadamente distraída y desorientada.

-La tolerancia no es una virtud en mí.

-No me gusta saludar.

-Cuando era niña sufrí dos ataques asmáticos que me llevaron al hospital, y esa enfermedad me dejó varias alergias extrañas, como las que sufro con la manzana, el durazno y la zanahoria.

-Nunca reprobé una materia en toda mi vida académica, así que no sé qué se siente hacer un extraordinario, y juro que no era matada.

-Durante toda la universidad estuve “enamorada” de un tipo al que nunca le hablé, hasta una vez al final de un partido de futbol cruzamos comentarios sin voltearnos a ver.

-Durante muchos años le tuve miedo a mi papá, y de hecho sus ojos azul-verde-malos me hacían temblar.

-Una fiesta de XV años para mí jamás llamó mi atención y por supuesto no me presté a la celebración, y si volviera a nacer me volvería a negar.

-Era fan de Kabah, y qué y qué y qué!!!

-El Conde de Montecristo me hizo llorar mucho tres veces y con Los Miserables también lloré, pero solamente una vez.

-Quiero tener a mi primer hijo a los 26 años, y en total tres, ojalá que puedan comer aire, por supuesto.

-Cuando era niña y más inocente, en compañía de tres primas y tres primos, preparaba intensamente bailes “modernos” para dizque celebrar fechas importantes, como los cumpleaños de mis abuelitos, pero el colmo fue en la fiesta de XV años de una prima, en la que según amenizamos con la Techno Cumbia, un oso en grande, del que aún existe un video que quisiera robar y quemar.

-Soy horriblemente celosa, y me acabo de enterar.

-Odio la ciudad de México, quiero salir corriendo de ella, y de haber sido más valiente, en el verano del 2006 ya no hubiera regresado y ahora viviría en Ensenada, B.C.

-Los borrachos y drogados me dan pánico, pero en serio, cuando estoy cerca de uno, que puede ser desconocido o persona muy querida, siento que viajo a otra dimensión, que me elevo unos 10 centímetros, no me puedo mover, oigo pero no entiendo y me siento apachurrada, simplemente horror, horror y horror.

-Mil veces me cagó escuchar o enterarme de los comentarios que le hacían a S sobre su decisión de dejar de tomar, y es que entre "amigos" y familia se encargaron de hacer más difícil la situación, y hasta ahora me parece increíble que se aventaran comentarios para molestar, que algunos no estuvieran de acuerdo con él, que si ya le pegaban, que se pusiera a leer la biblia, que estaba loco, que qué poco hombre, bla bla bla. Me pregunto si de haber sido al revés habrían reaccionado igual, o sea que saliera S a decir: "voy a tomar tanto que me voy a ocasionar problemas al por mayor" y todos los demás se pusieran de pie y aplaudieran sin parar.

ouch!