jueves, 18 de septiembre de 2008

Esto de llamarme Livier no deja mucho...

Ya había contado en Mi Balcón un poco de lo complicado que a veces me resulta mi nombre, el colmo es cuando…

En el lugar donde ahora laboro aplican la de portar la credencial siempre visible por seguridad, pero como soy nueva, y en RH suele haber gente muy eficiente, aún no tengo la mía, entonces debo entregar en la recepción mi credencial del IFE y usar un gafete provisional, al final del día ya no está la recepcionista, y cuando voy por mi identificación para largarme, el de seguridad se tarda cinco minutos en encontrarla entre las últimas ocho que quedan, cuando por fin la encuentra, el muy propio localiza mi nombre y me dice: “Liver”.

Como yo soy bien payasa, tomo mi credencial y yéndome digo de muy mala gana: “Livier”, porque ash, el tipo lo está leyendo y lo dice mal no una ni dos ni tres veces… por eso ahora cuando le toca entregármela ya sólo dice: “señorita, aquí tiene”, sin duda una persona muy inteligente.

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Y bueno, ya en serio, ¿será tan difícil eso de encontrarse frente a mi nombre? Es que lo del tipo finalmente me causa risa, pero cuando recibí mi primer cheque me topé con que, a pesar de entregar hasta la cartilla militar que como mujer no obtuve, me llamaba Liver y entré en pánico porque tenía que depositarlo o esperar a que pasara el puente y se dignaran a corregir el nombre durante todo el miércoles y todo el jueves y todo el viernes, y sería muy pobre toda la semana, ¡horror!... Así me convertí en una delincuente, fui al banco y lo deposité impunemente.

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Información de último momento

Es que esto no se acaba, hace un rato fui a dejar un poco de ropa a la lavandería, cuando era hora de dar mi nombre dije: "Livier" y como la encargada no me entendió y yo tenía pocas ganas de andar de amable le dije que mejor pusiera Sergio Guzmán, pero no contaba con que la muy zorra no perdería la oportunidad de volver a mostrar su interés en él y preguntó afirmando: "ah, es uno alto y delgado, ¿no?".

Chale, desde la primera vez que fuimos, hace unos seis meses, noté que lo veía con ojos de amor, por supuesto él no me quiere creer, pero más obvia no puede ser, le bastaba con verlo llegar para correr a entregarle nuestra ropa, ya no necesitaba preguntar su nombre, ya nomás lo ponía. Ahora resulta que no lo olvida a pesar de que tenía unos dos meses de no ir, ¡perra!

Y todo por no querer repetir mi nombre y sus seductores chinos... carajo.

2 comentarios:

Sergio dijo...

No crean nada de lo que puso en la información de último momento, ya ven cómo son las mujeres de incrementosas, jajaja.

Besos.

xosean dijo...

el azote de las lavanderas yiiiiiiii